jueves, 9 de septiembre de 2010

Eutanasia y Aborto

   
El sufrimiento de un ser querido es una experiencia que marca a cualquier ser humano, hace muy poco tuve una gran pérdida luego de una enfermedad que estuvo presente largos años. En base a estas experiencias me siento con el derecho y la responsabilidad de plantear lo siguiente: creo y apoyo la eutanasia voluntaria como una posibilidad cierta de morir con dignidad, que la eutanasia voluntaria es un derecho humano, es un derecho a la libertad de conciencia y acción, y nadie puede interferir en base a sus dogmas, creencias y convicciones religiosas, políticas y sociales en esta decisión  personal y familiar tomada en conciencia y con pleno uso de la razón.
 Con el aborto no tengo experiencias familiares o de personas cercanas, pero de haberlas tenido y en el caso de haber estado en riesgo la salud de esa madre, o de tener la certeza que ese niño  morirá al momento de nacer, y por que no decirlo, de acuerdo o no, si esa madre o familia  toma  la decisión soberana y responsable de no querer tener ese hijo, nadie podría interferir.
 Ante lo planteado anteriormente, muchas veces me he preguntado por que ciertas instituciones, especialmente la iglesia, temen que los hombres en forma responsable y con pleno uso de la razón puedan tomar decisiones con respecto a la vida y la muerte, y la respuesta más satisfactoria la encontré en un articulo del diario El País de España, escrita por un intelectual de nombre Salvador Pániker y es la siguiente: "porque si se generaliza la práctica de la eutanasia voluntaria , si se desdramatiza el acto de morir, la Iglesia pierde poder. La Iglesia siempre ha fomentado una teología del terror a la muerte, reservándose para ella el control de las postrimerías. En consecuencia, la Iglesia tolera mal la secularización desdramatizada del morir que supone la eutanasia".

Y tiene razón, si es en base al miedo a la muerte que tienen sus fieles que las religiones ofrecen la salvación y la vida eterna, y es por medio del castigo y perdón divino de los pecados que ofrecen consuelo y bienestar a los mismos. Y si a esto le sumamos, que la iglesia siempre ha sido prisionera de su monopolio teológico de la verdad, lo cual la lleva a inmiscuirse en asuntos que no le competen. Ejemplo de esto es su oposición a la investigación con células madres, a la planificación familiar, al uso de preservativos para evitar el sida, y antiguamente condenaba la libertad de conciencia, la libertad de enseñanza, la libertad de reunión, la democracia, el socialismo, el sindicalismo, el liberalismo y los derechos humanos. Lo de la lucha contra la eutanasia y el aborto no es, por tanto, más que un nuevo episodio dentro de esta costumbre milenaria que tiene la Iglesia de intentar conservar su poder inmiscuyéndose en asuntos que no le incumben.


Colaboración de F.B.A.

Diabetes y Aspectos Psicosociales



Durante muchas décadas los sistemas de salud y la práctica de la medicina en general han tenido como único medio para acceder a "la enfermedad" y, de paso, mejorar la salud los aspectos biológicos, orientando sus esfuerzos al perfeccionamiento de los medios diagnósticos y a la extensión de la esperanza de vida, prestando poca atención a la prevención de patologías y a la conservación, promoción de la salud y aumento de la calidad de vida. Sin embargo, en la actualidad,  la salud pública en el mundo y específicamente en Chile, ha sufrido una serie de cambios, observándose un giro en el concepto salud-enfermedad, para centrarse en el concepto amplio de Salud, definido como el completo bienestar físico, psicológico y social, lo que implica un reconocimiento de la influencia de condiciones psicológicas, sociales, económicas y políticas, en el estado de salud- y enfermedad-  de las personas, de su familia y de su comunidad, Oliva e Hidalgo, 2004.          
Esta mirada se aplica mayormente en las enfermedades crónicas, debido a su alto impacto en la población de edad media que permanece en edades productivas, pero que ve limitadas sus capacidades debido a su afección.  Lo anterior, ya que el sumir el carácter crónico de una enfermedad implica cambios permanentes en el estilo de vida de los pacientes, lo que supone un período de adaptación a la enfermedad: Latorres & Benit, 1994, citados en Amador, et al., 2005. Durruty y García de los Ríos 2003, señalan que, frente al diagnóstico de una enfermedad crónica, como sería el caso de la Diabetes, existen cuatro fases por las que podría pasar el paciente, en estas pueden observarse avances y retrocesos en su adherencia al tratamiento y, por ende en estado de salud, por lo que sería aconsejable acompañarlos con asesoría psicoterapéutica, priorizando también el apoyo familiar y social. Otros autores señalan además la importancia de evaluar la autoeficacia percibida con el objetivo de personalizar los tratamientos.
La  diabetes Mellitus tipo 2, es  considerada una de las patologías crónicas de mayor presencia, con aumentos significativos en el número hospitalizaciones y mortalidad en Chile, así como en su prevalencia en la población mayor de 20 años. Y, por otro lado, la gran dificultad para  mantener a esta población en rangos de compensación adecuados, ha generado para las políticas y los equipos de salud,  el desafío por la búsqueda de estrategias innovadoras -que incorporen estos elementos psicosociales- tendientes a mejorar estos indicadores, mantener a la población en rangos de normalidad y evitar con ello, complicaciones, discapacidad y muerte.