domingo, 4 de julio de 2010

Familia Sana

Para definir salud familiar como una característica de la familia, presupone desarrollar habilidades sociales de empatía, escucha activa y tolerancia, por una parte y, por otra, nacer de un análisis acerca de las conceptualizaciones de cada uno de sus aspectos componentes.
Así salud, según lo expresado por la conferencia Alma Ata de promoción y prevención, realizada en 1978 “es el estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”, concepto utilizado por la OMS, por el que nos regimos hasta hoy en día, y que es base del modelo que actualmente queremos desarrollar e implementar en el convivir de nuestro quehacer.
Por otro lado, y siguiendo con el sentido de esta construcción conceptual, la familia se determina desde el punto de vista con que se mire, así cada persona, cada usuario y/o cada funcionario puede y, de hecho, realiza una definición de familia desde su particular manera de percibir el mundo, desde sus experiencias, valores y creencias. Sólo con el afán de concretizar un poco más, utilizaremos la definición que desde nuestro grupo surge como construcción consensuada. Podríamos observar a la familia como un “Grupo de personas con sentido de pertenencia y un proyecto en común, que comparte y entrega valores, a través de un proceso de socialización que influye en el desarrollo de sus miembros por medio de sus estrategias de apoyo, comunicación y resolución de conflictos, permitiendo con ello su conservación y trascendencia”.

La concepción de salud está relacionado entonces, con el bienestar biopsicosocial espiritual de cada uno de los individuos, pero además con las interrelaciones adaptativas con que cada uno de estos desarrolla con los propios integrantes y con otros miembros de la sociedad. Por otra parte, la familia como grupo dispone de objetivos globales, de visiones de vida similares, que también deben estar satisfechas o en camino de satisfacerlos. Por último, el grupo familiar, debe contribuir al sistema social donde se encuentre inserto, como individuos separados y/o como colectivo.

Para alcanzar un estado adecuado de bienestar físico, mental y social, tal como fue definido en la Conferencia Alma Ata, “un individuo o grupo debe ser capaz de identificar y realizar sus aspiraciones, de satisfacer sus necesidades y de cambiar o adaptarse al medio ambiente”. La salud se trata de un concepto positivo que acentúa los recursos sociales, personales, físicas y espirituales en pos de una mejor adaptación a los cambios constantes que acontecen en el medio.

En resumen se podría definir la salud familiar como un estado de la familia que se caracteriza por una particular manera de funcionar que resulta ser satisfactoria para todos los individuos que la integran, gratificante y concordante con los objetivos que como grupo se han planteado y además productiva para la sociedad que los acoge.

No podemos olvidar, que la salud es el mejor recurso para el progreso personal, económico y social. Los factores políticos, económicos, sociales, culturales, de medio ambiente, de conducta y biológicos, que contextualizan la determinada situación de una familia intervienen en favor o en detrimento de la salud. El objetivo de la acción por la salud es hacer que esas condiciones sean favorables para poder promocionar la salud. En este sentido, la salud familiar está muy influida por las estrategias y programas de promoción de la salud. Estas deberían adaptarse a las necesidades locales y a las posibilidades específicas de cada país, región y familia, teniendo en cuenta los diversos sistemas sociales, culturales y económicos. Para lo anterior, cada sistema de salud en particular, debe adoptar formas de acción diferentes según sus condiciones.

Por último, las definiciones que estamos compartiendo suponen diferentes miradas, puntos de vista. Diferentes personas, profesionales hijos, madres y hermanos, definimos salud familiar. Estamos creando un nuevo lenguaje, un lenguaje intermedio, integrado por otros distintos…en definitiva, distintos saberes.

A pesar de la gran riqueza teórica que estamos construyendo y asimilando, nuestra intervención debe ser lo menos teórica posible, idealmente basándonos en las creencias, valores, lenguajes y formas de significación ya existentes dentro de la familia. Para ello debemos convertirnos en traductores, explicando y transformando las teorías existentes a conductas reales y concretas que ayuden a cada familia en particular a encontrar su propio bienestar, basado en sus propias conceptualizaciones y sentido de vida y felicidad.

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